¿En qué medida la alimentación es clave para la salud?

Este artículo es la adaptación de un escrito que hice para mi amiga Núria Fontova, para un trabajo de clase sobre alimentación y salud.

Soy francesa, tengo 42 años, soy traductora autónoma y madre de una niña de 3 años.

Me he interesado por la salud y la alimentación a raíz de unos problemas de salud que llevaba años arrastrando, y que se manifestaron de manera muy violenta después del nacimiento de mi hija, el día de Navidad del 2013. Hacía 8 años que me habían diagnosticado tiroiditis de Hashimoto, una disfunción crónica de la glándula tiroides, responsable del metabolismo del cuerpo.

Alimentación «equilibrada» y trastornos alimentarios

Siempre había pensado que tenía una alimentación correcta y equilibrada: comía muchas verduras, muchos cereales integrales, poca carne, nada de pescado (nunca me gustó, será por tener un padre piscicultor…), muy pocas grasas, mucha fruta y… estaba adicta al azúcar, en forma de galletas, pastas, chocolate y chuches. Mi padre siempre me había llamado «bec à sucre» (pico de azúcar). Cuando tenía 8 ó 9 años, era capaz de recorrer 3 km en bici para ir a comprar una bolsa de chuches. Mi adicción al azúcar me llevó a padecer trastornos de la alimentación, con épocas de bulimia y anorexia, que intenté resolver mediante diferentes terapias. En mi adolescencia, podía perder y ganar 10 kilos en pocos meses.

En mi edad adulta, compensaba estos impulsos alimentarios por una práctica intensiva del deporte, una media de 2 horas al día. Si tenía ataques de bulimia por la tarde-noche, el día siguiente no comía nada, y me machacaba caminando o al gimnasio hasta el agotamiento. Estos episodios no me preocupaban demasiado, porque en general, «comía equilibrado» y estaba delgada.

A los 40 años, mi salud se derrumbó: empecé a engordar sin motivo aparente, me invadieron un cansancio aplastante, unas taquicardias tremendas, unos insomnios agotadores, etc.

Tomemos las riendas de nuestra alimentación y nuestra salud

Poco a poco, descubrí que mi enfermedad autoinmune tenía causas inflamatorias, y que los síntomas asociados empeoraban si comía pan, pasta, pastas, cereales, queso, yogures, etc. Curioso, cuando siempre se han recomendado estos alimentos como la base de una alimentación saludable. La base de la famosa pirámide alimentaria que siempre hemos conocido.

Dos médicos me aconsejaron que dejara de consumir lácteos, gluten y azúcar refinado.

Empecé a seguir un protocolo alimentario específico, llamado Autoimmune Protocol o AIP (Protocolo Autoinmune). En pocos meses, mis síntomas se redujeron un 90%, mis marcadores de hipotiroidismo bajaron  un 54%, el factor reumatoide (indicador de una posible artritis reumatoide) disminuyó del 14%.

Soy una persona nueva, aunque siempre tendré que convivir con mi enfermedad, siempre tendré que vigilar mi alimentación y mi estilo de vida, lo más alejado del estrés posible.

Los resultados de esta dieta han sido tan positivos que decidí aprender más sobre salud y alimentación, y me apunté a un postgrado de Psico-neuro-immunología y a un Ciclo Superior en Dietética.

Comida basura y enfermedades metabólicas

Todos sabemos que una alimentación saludable es fundamental para una buena salud. Lo que no sabemos, o que no queremos saber, es que la sociedad, o más bien la publicidad y los intereses industriales, nos empujan a consumir alimentos que, de hecho, son nocivos para nuestra salud.

Solo hay que ver los anuncios televisivos para darnos cuenta de ello. ¿Realmente creéis que nuestros hijos crecerán sanos si comen productos hiperprocesados como cereales llenos de azúcar, leche con chocolate, galletas, bollería o zumos de Tetra-Brick, pasta, pan blanco y pastas a todas horas?

La llegada masiva en los supermercados de estos productos baratos y con alta palatabilidad (el placer gustativo provocado por los alimentos, creado artificialmente en laboratorios, gracias a una sabia mezcla de sabores dulces, salados y grasos, así como texturas, aspecto visual, y otras mil técnicas de marketing aplicadas al mercado agroalimentario) está estrechamente vinculada con el aumento de la prevalencia de enfermedades autoinmunes, problemas cardiovasculares, diabetes, obesidad, etc. entre la población infantil y adulta del mundo occidental. ¿Será casualidad, o no tanto?

¿Será casualidad la correlación entre el consumo masivo de comida basura y el aumento de enfermedades? Clic para tuitear

¿Qué es una alimentación saludable de verdad?

Es hora de volver a una alimentación natural y fisiológica, respetuosa de nuestra evolución a lo largo de miles de generaciones. Volvamos a los hábitos alimenticios previos a la era de la industrialización, de la reducción drástica de los costes de producción y de la puesta a disposición de «comida basura» a muy bajo coste para todos.

No hablo de vestirnos con pieles de animales, vivir en cuevas y salir a cazar el mamut, sino de aplicar el sentido común en nuestras decisiones de compra y consumo de alimentos: privilegiemos las verduras frescas, locales y ecológicas si puede ser, las proteínas animales de calidad (carne y vísceras, pescado y marisco, huevos…), las grasas saludables como el aceite de oliva o de coco, las aceitunas, los productos fermentados como el chucrut, el caldo de huesos, las nueces y semillas, mucha agua natural, etc.

Otro mito creado por la industria nos dice que es mejor comer un yogur desnatado azucarado o con edulcorante que un yogur entero sin azúcar añadido. Se ha demostrado que las dietas hipocalóricas y bajas en grasas no funcionan, independientemente de la adhesión a la dieta o de la fuerza de voluntad de la persona que adopte este tipo de dieta. (¿Os suena el efecto yo-yo?).

Nos hemos vuelto cada vez más «carbóvoros»: la alimentación occidental estándar se basa principalmente en hidratos de carbono refinados. Resulta que no es la mejor elección.

Los estudios más recientes demuestran que las dietas con un contenido adecuado de grasas, altas en fibra vegetal, moderadas en proteínas y reducidas en hidratos de carbono tienen resultados mucho más positivos en la pérdida de peso y la reducción del riesgo de padecer enfermedades.

Los alimentos naturales, sin refinar, productos habituales en la gastronomía mediterránea, deberían volver a ser la base de la alimentación de los adultos y los niños. Nadie nos obliga a desayunar tostadas de pan integral con margarina y mermelada light, leche desnatada o cereales en forma de ositos o estrellitas, regados con zumo industrial.

En mi casa desayunamos huevos ecológicos revueltos, hígado de cordero, verduras, aceite de oliva, caldo de huesos y nueces.
¿Os parece curioso, repugnante, antisocial? Os aseguro que, después de tal desayuno, no nos apetece picar entre horas ni caer en la tentación de devorar un croissant, por muy delicioso que sea, a media mañana. Y atravesamos el invierno sin pillar catarros, infecciones o resfriados.

Seamos responsables de nuestras decisiones como consumidores, aunque vayan a contracorriente de los estímulos incesantes de los medios dominantes. De esta forma, tendremos más probabilidades de disfrutar de una vida alejada de las enfermedades, llena de salud, bienestar y felicidad.

¿Y tú, crees que tienes una alimentación equilibrada? ¿Sigues las recomendaciones de los mensajes publicitarios o tomas tus propias decisiones alimentarias basadas en las fuentes que consideras más fiables y actualizadas, para optimizar tu salud y la de tu familia?

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Alice Dénoyers
Soy Alice, la creadora de Episalud. Mi objetivo es compartir información actualizada y fiable sobre los últimos avances en salud y nutrición, con especial enfoque en las enfermedades autoinmunes. Si quieres saber más sobre mí, entra aquí.
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